The title says it all! During the 1950's there was one voice that succeeded in seducing the world -the voice of Beny Moré. This collction includes songs that set a standard for latin music that still exists today.
ESPAÑOL:Prefiero que comiences a leer estas líneas después de escuchar la irrefutable voz del sonero, o por lo menos mientras tu habitación o tu estricto espacio espiritual, estén colmados por la ofrenda del Beny. Sí, porque supongo entonces tu curiosidad por saber de dónde ha salido esta música con elocuente textura de misterio que ha cruzado varias décadas para llenarte de una energía capaza de animar tu inquietud gozosa.
El culpable de este disfrute nació en 1919 en Santa Isabel de las Lajas, un pueblecito casi rural de la isla de Cuba. Creción en el estrecho sendero marcado entre la ingenuidad campesina y la picardía urbana. Gracias a su voraz precocidad, aprendió de niño a tocar la guitarra y el tres, y a cantar incontables piezas de la música tradicional cubana.
Después de algunos años de espigada adolescencia cultivando la tierra y haciendo cualquier labor para el estricto pan ganar; pero sin haber dejado la pasión por las canturías en casa de amigos y en las fiestas de la comarca, este muchacho, al que todavía llamaban por su nombre de pila: Bartolomé Maximiliano Moré, se aventuró allá por 1940 a probar suerte en la Habana, la capital del país.
Esa ciudad era entonces un hervidero de muy buenos músicos populares. Había tantos cantantes y orquestas, como para que a nadie se le ocurriera llegar imberbe y sin ninguna recomendación a vivir de tal profesión. ¿Con qué contaba él entonces, para conseguir un mínimo triunfo=, me dirías tú. Pues verás, antes que todo, sólo tenía 21 años y era un enamorado de la bohemia. No le exigía demasiado a la vida, apenas que lo dejaran gozar. Y por si fuera poco, el mulatico agricultor de Santa Isabel fue dotado de una voz excepcional, sobre la cual no vale la pena que te hable, porque ya la estás escuchando.
No es raro entonces que los parroquianos de cualquiera de los bares habaneros se sorprendiera con él. Les pareciera mentira que fuera un trovador como tantos otros, esperando unas cuantas monedillas al final de cada una de aquellas sabrosas e impecables canciones de azúcar y nostalgia, que él echaba a volar por encima de los vapores del ron.
En uno de esos sistios lo conoció otro sonero de primera línea: Don Miguel Matamoros. El, que venía desde los años veinte haciendo mover el son, advirtió al instante la genialidad del jovencito y le propuso integrarse en su conjunto para una inmediata gira poro México. Esto sucedía en 1945. Con Matamoros, que además le quitó de encima sus incómodos Bartolomé y Maximiliano, y le rebautizó como Beny, éste músico, que nunca puso los pies en una academia, pero que en cambio estaba dotado de una intuición superior, acabó de comprender los principales secretos de la música popular cubana.
Luego se queda por su cuenta en tierra azteca y tiene otra experiencia fundamental para su maduración. Es el periodo en que cobran auge en México las jazz bands. Tan rápido como se dieron cuenta del virtuosismo de Benny, muchas orquestas de este tipo, armadas allí por cubanos o por músicos del patio, lo llamaban para que figurara como cantante solista. Sestán entre ellas las de Rafael de Paz, Chucho Rodríguez y Lalo Montané; pero es sin dudads, en la orquesta de su compatriota Pérez Prado, donde Moré aprende pronto, no sólo a ser un desenvuelto intérprete acompañado por orquesta mientras hacía las diferentes veritientes de la música cubana, sino también a manejar los recursos que luego le permitieron dirigir su propio grupo.
A inicios de la década de los cincuenta, estehombre, que ahora te puede parecer un amigo o un simpático pariente de estos días, vuelve a Cuba. Allí la mayoría ignoraba su ya bien ganada fama en México; sin embargo, no tardó en ser acogido en la orquesta del saxofonista Mariano Mercerón, aunque tuvo que irse en breve a tierras mexicanas a dejar cumplidos varios contratos. Ya en 1953 Beny Moré está de nuevo en Cuba, y aunque en un primer momento se incorpora a la orquesta del pianista Bebo Valdés, en ese mismo año funda su propia agrupación: su banda gigante; y con ella llega a la plenitud.
El sonero intuititvo de voz portentosa, aquel que se dio a conocer inicialmente en el tránsito de los sembrados a las inmediaciones del puerto habanero, con su doméstico y trasnochado instrumento de cuerdas; aquel a quién Matamoros llevó a México con un semblante matizado por la picardía y el asombro; el que se haría solista por excelencia de tantas orquestas mexicanas que terminaban pareciendo suyas; ahora se había creado "su tribu", como él la llamara.
Una jazz band, como no ha habido otra igual, donde merced a su gran talento, logró sintetizar toda la riqueza que hasta ese momento tenía el son cubano y lo abrió hacia perspectivas sonoras que aún mantienen vigencia. La Banda Gigante de Beny Moré, que arrancó a sonar para nunca terminar la fiesta, para divertir a los bailadores y brindarle puerto a quienes echan su ancla en el bolero, interpretando piezas de la prodigiosa inspiración de este sonero, o de muchísimos compositores que han entrado en la historia de la música caribeña gracias a la voz de clarín de este mulato.
Tal prodigio del arte popular se mantuvo en activo hasta la muerte de Beny en 1963; pero gracias a la memoria fonográfica ha trascendido a la indiferencia del tiempo, y a finales de siglo, sin dejarse asusgtar por los nuevos ritmos, salidos de sus brillosos enlatadados de computadora, aparece sin cansancio con su sonido de picante seducción, una sensibilidad que se ponga en movimiento cuando Beny le diga: "Yo se lo voy a tocar, y escúcheme usted mi canto".
--biografía por Bladimir Zamora Céspedes, obtenida del disco de la colección Semilla del Son Recopilación realizada por Santiago Auserón